miércoles, 1 de diciembre de 2010

Ajedrez

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?


J.L. Borges

jueves, 21 de octubre de 2010

Carta a un corazón soñado

Ayer soñé con vos. No me acuerdo donde empezaba, ya que los sueños quizás sean como el amor, no tienen comienzo, solo suceden. Estabas triste por algo, no se bien el motivo, pero se notaba en tus gestos, en tu rostro. Esos ojos oscuros no me dejan en paz un segundo, ni siquiera cuando duermo. Estabas tan apenada y no saber porque me duele más de lo debido. Sospecho que era por amor, de otra manera no se explica esa mirada tan débil, tan desinteresada en tu alrededor. Espero que no te hayan lastimado, a la larga uno siempre aprende que el fuego no solo ilumina, sino que también quema. No por eso vamos a dejar de lastimarnos una y otra vez, a acobardarnos, a escondernos de las heridas; ese tipo de quemaduras algún día cicatrizan.
Estabas mucho mas grande, no se cuanto mas, los años no pasan solos. Mi inconsciente te recuerda en cada detalle. En un momento estábamos en el subte, vos estabas sentada frente mío, situada hacia la izquierda, de repente te miré y te dije que estabas mas hermosa que nunca, te sonreíste y me contestaste algo, no me acuerdo bien, creo que fue un cumplido. En el subte había mas personas, pero solo estabas vos, como si sobresalieras del resto o si te encontraras en otra dimensión, en otro plano. No consigo rescatar nada mas de ayer a la noche, exceptuando lo agitado que desperté. Ah, si, recuerdo que vestías una remera roja, eso es todo lo que se de vos en esta conjugación verbal que camino. Solo espero que no te hayan hecho mucho daño, y que cuando necesites alguna otra cosa o alguien con quien hablar me busques en los sueños que te voy a saber encontrar.


Facundo Joel

sábado, 2 de octubre de 2010

Algunas líneas para Victor

Víctor no sabe que hacer. Va de un lugar a otro, se desenvuelve palabra a palabra. Víctor es personaje de una novela. De una novela mal escrita, bastante desprolija. Es un hombre joven, observado desde la naturaleza, pero considerado en sentido opuesto por la sociedad. ¿Que angustias se cruzan por quien crea personajes de tal naturaleza, para dejarlos abandonados en unos cuantos papeles, sin echarles una mano, sin dedicarles nunca mas un verso?. Desahuciado es la palabra adecuada para describir a Víctor. Quedó atascado en una secuencia ininterrumpida, en la búsqueda de alguna mujer, esperando las campanadas del destino, el grito desahogado del amante, que debería llegar en el anteúltimo capitulo, en la pagina 126. La novela no era tan mala, hay que admitirlo, por alguna razón el autor ha sido motivado a escabullirse en el arte de componer. No hay derecho a dar a luz un universo para después abandonarlo sin justificativo.
Víctor se despierta todos los días en la misma página, se despereza, se mira al espejo, se mancha el pijama con pasta dental y teme que se amarillenten sus páginas sin llegar al último capítulo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

lo fatal

DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

Rubén Darío

sábado, 11 de septiembre de 2010

La tragedia de un hombre honrado

Todos los días asisto a la tragedia de un hombre honrado. Este hombre honrado tiene un café que bien puede estar evaluado en treinta mil pesos o algo más. Bueno: este hombre honrado tiene una esposa honrada.

A esta esposa honrada la ha colocado a cuidar la victrola. Dicho procedimiento le ahorra los ochenta pesos mensuales que tendría que pagarle a una victrolista. Mediante este sistema, mi hombre honrado economiza, al fin del año, la respetable suma de novecientos sesenta pesos sin contar los intereses capitalizados. Al cabo de diez años tendrá ahorrados...

Pero mi hombre honrado es celoso. ¡Vaya si he comprendido que es celoso! Levantando la guardia tras la caja, vigila, no sólo la consumición que hacen sus parroquianos, sino también las miradas de éstos para su mujer. Y sufre. Sufre honradamente. A veces se pone pálido, a veces le fulguran los ojos. ¿Por qué? Porque alguno se embota más de lo debido con las regordetas pantorrillas de su cónyuge. En estas circunstancias, el hombre honrado mira para arriba, para cerciorarse si su mujer corresponde a las inflamadas ojeadas del cliente, o si se entretiene en leer una revista. Sufre. Yo veo que sufre, que sufre honradamente; que sufre olvidando en ese instante que su mujer le aporta una economía diaria de dos pesos sesenta y cinco centavos; que su legitima esposa aporta a la caja de ahorros novecientos sesenta pesos anuales. Sí, sufre. Su honrado corazón de hombre prudente en lo que atañe al dinero, se conturba y olvida de los intereses cuando algún carnicero, o cuidador de ómnibus, estudia la anatomía topográfica de su también honrada cónyuge. Pero más sufre aún cuando, el que se deleita contemplando los encantos de su esposa, es algún mozalbete robusto, con bigotitos insolentes y espaldas lo suficientemente poderosas como para poder soportar cualquier trabajo extraordinario. Entonces mi hombre honrado mira desesperadamente para arriba. Los celos que los divinos griegos inmortalizaron, le desencuadernan la economía, le tiran abajo la quietud, le socavan la alegría de ahorrarse dos pesos sesenta y cinco centavos por día; y desesperado hace rechinar los dientes y mira a su cliente como si quisiera darle tremendos mordiscones en los riñones.

Yo comprendo, sin haber hablado una sola palabra con este hombre, el problema que está encarando su alma honrada. Lo comprendo, lo interpreto, lo "manyo". Este hombre se encuentra ante un dilema hamletiano, ante el problema de la burra Balaam, ante... ¡ante el horrible problema de ahorrarse ochenta mangos mensuales! Son ochenta pesos. ¿Saben ustedes los bultos, las canastas, las jornadas de dieciocho horas que éste trabajó para ganar ochenta pesos mensuales? No; nadie se lo imagina.
De allí que lo comprendo. Al mismo tiempo quiere a su mujer. ¡Cómo no la va a querer! Pero no puede menos de hacerla trabajar, como el famoso tacaño de Anatole France no pudo menos de cortarle unas rebarbas a las monedas de oro qué le ofrecía a la Virgen: seguía fiel a su costumbre.
Y ochenta pesos son ocho billetes de a diez pesos, dieciséis de a cinco y... dieciséis billetes de a cinco pesos, son plata... son plata...

Y la prueba de que nuestro hombre es honrado, es que sufre en cuanto empiezan a mirarle a la cónyuge. Sufre visiblemente. ¿Qué hacer? ¿Renunciar a los ochenta pesos, o resignarse a una posible desilusión conyugal?
Si este hombre no fuera honrado, no le importaría que le cortejaran a su propia esposa. Más aún, se dedicaría como el célebre señor Bergeret, a soportar estoicamente su desgracia.

No; mi cafetero no tiene pasta de marido extremadamente complaciente. En él todavía late el Cid, don Juan, Calderón de la Barca y toda la honra de la raza, mezclada a la terribilísima avaricia de la gente del terruño.
Son ochenta pesos mensuales. ¡Ochenta! Nadie renuncia a ochenta pesos mensuales porque sí. El ama a su mujer; pero su amor no es incompatible con los ochenta pesos.

También ama su frente limpia de todo adorno, y también ama su comercio, la economía bien organizada, la boleta de depósito en el banco, la libreta de cheques. ¡Cómo ama el dinero este hombre honradísimo, malditamente honrado!

A veces voy a su café y me quedo una hora, dos, tres. El cree que cuando le miro a la mujer estoy pensando en ella, y está equivocado. En quien pienso es en Lenin... en Stalin... en Trotzky... Pienso con una alegría profunda y endemoniada en la cara que este hombre pondría si mañana un régimen revolucionario le dijera:

-Todo su dinero es papel mojado.


Roberto Arlt

jueves, 19 de agosto de 2010

Inspiración

La inspiración dura un suspiro,
como el beso de una mujer.
Irrumpe en el ocaso y escapa sin despedirse

Cuando menos preparado te sientes,
la inspiración encuentra terreno fértil

Ataca como una risa y se desprende como la brisa

Nada puedes hacer para detenerlo, es inútil
déjala ir y aférrate a sus residuos, puede que de algo sirva

De tu suerte depende tener a tu alcance lapiz y papel,
nunca sabes cuando te va a sorprender el mejor destello

Repentinamente cae como un rayo,
Te apresuras, te esmeras por encontrar algún método, un mecanismo,
pero ya nada puedes hacer, la inspiración no tiene dueño.

Facundo Joel

miércoles, 11 de agosto de 2010

El remordimiento


He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.


Jorge Luis Borges

viernes, 30 de julio de 2010

Tu tristeza silenciosa

Tu sonrisa es el naufragio
de los hombres que no te tienen,
de los que nunca te poseyeron
aunque le hayas vendido tu oxigeno

Bailas infinitamente sobre caderas infieles
y desayunas matecocido cuando arribas a la hoguera
y entre turnos espaciados vuelas hacia la playa
pero quitas los pies de la arena cuando alguien toca a la puerta

Aunque te saques la ropa
ningún hombre consigue abrigarte
su sudor no te alimenta
y tu cuello comienza a doler

Dormir es tu mejor sueño y despertar tu peor pesadilla
ya no te quema trabajar cuando la rutina te acaricia el cabello;
tus diamantes ya no brillan como viejas primaveras
se opacaron entre orgasmos de clientes que detestas.

Facundo Joel

lunes, 12 de julio de 2010

HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON

HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON

Cuentan hombres dignos de fe que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan.
Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: "Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla". A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros del desierto, de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres.
Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por decreto de Alá Todopoderoso, una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.
El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y le menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: "¿Quién eres y cuál es tu patria?" El otro declaró: "Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí". El Capitán le preguntó: "¿Qué te trajo a Persia?" El otro optó por la verdad y le dijo: "Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste".
Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y acabó por decrile: "Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete."
El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro. Así Alá le dio bendición y lo recompensó.


Jorge Luis Borges.

lunes, 21 de junio de 2010

Población Violeta Parra - El nombre robado


La dictadura del general Pinochet cambió los nombres de veinte poblaciones del pobrerío,casas de lata y cartón, en las afueras de Santiago de Chile.En el rebautizo, la población Violeta Parra recibió el nombre de algún militar heroico.Pero sus habitantes se niegan a llevar ese nombre no elegido.Ellos se llaman Violeta Parra, o nada.Hace tiempo, en unánime asamblea, habían decidido llamarse como aquella campesina cantora, de voz gastadita, que en sus peleonas canciones supo celebrar los misterios de Chile.Violeta era pecante y picante, amiga del guitarreo y del converse y del enamore, y por bailar y payasear se le quemaban las empanadas.Gracias a la vida, que me ha dado tanto,cantó en su última canción;y un revolcón de amor la arrojó a la muerte.



Eduardo Galeano

sábado, 5 de junio de 2010

Ellos y nosotros


Ellos no saben lo que desperdician, a nosotros nos falta sus sobrantes, pero además nos falta sus faltantes. No pueden valorar nada, están empachados de ambiciones, no les gusta reconocerse. Lo único que nos conecta es aquel recipiente con bolsa color negro. Ellos desde su universo de gala platinado, viviendo la vida como una película y nosotros desde el otro polo con los ropajes tristes y los sentimientos deshilachados; y en el centro de los extremos se encuentra la bolsa, paradigma de ambigüedades. A ellos los higieniza, a nosotros nos alimenta. A ellos los gratifica, a nosotros nos humilla. Es divertido pensar que sucedería si el tacho de basura estuviese al revés, el funcionamiento sería el mismo, pero no los polos. Nos gusta adivinar y estimar que vamos a encontrar en cada recipiente, pero cada tacho es un mundo de ilusiones y sorpresas, un nuevo universo en el que amanecerá al introducir la mano, un uso revolucionario del objeto desechado, algo que esta por renacer en nosotros. Quizás sea simplemente eso lo que nos diferencia, mientras ellos rutinariamente le quitan valor a algo y lo matan, nosotros lo tomamos con nuestra incertidumbre y le damos vida.

Facundo Joel

miércoles, 12 de mayo de 2010

Hay un día feliz


A recorrer me dediqué esta tarde
las solitarias calles de mi aldea
acompañado por el buen crepúsculo
que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
y su difusa lámpara de niebla,
sólo que el tiempo lo ha invadido todo
con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
volver a ver esta querida tierra,
pero ahora que he vuelto no comprendo
cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
en la torre más alta de la iglesia;
el caracol en el jardín; y el musgo
en las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, este es el reino
del cielo azul y de las hojas secas
en donde todo y cada cosa tiene
su singular y plácida leyenda:
hasta en la propia sombra reconozco
la mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
que presenció mi juventud primera,
el correo en la esquina de la plaza
y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!, nunca sabe
uno apreciar la dicha verdadera,
cuando la imaginamos más lejana
es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
que la vida no es más que una quimera;
una ilusión, un sueño sin orillas,
una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
la emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
cuando emprendí mi singular empresa
una tras otra, en oleaje mudo,
al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
y cuando estuve frente a la arboleda
que alimenta el oído del viajero
con su inefable música secreta
recordé el mar y enumeré las hojas
en homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
me detuve delante de una tienda:
el olor del café siempre es el mismo,
siempre la misma luna en mi cabeza;
entre el río de entonces y el de ahora
no distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
que mi padre plantó frente a la puerta
(ilustre padre que en sus buenos tiempos
fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
era un trasunto fiel de la Edad Media
cuando el perro dormía dulcemente
bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
el delicado olor de las violetas
que mi amorosa madre cultivaba
para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
no podría decirlo con certeza;
todo está igual, seguramente,
el vino y el ruiseñor encima de la mesa,
mis hermanos menores a esta hora
deben venir de vuelta de la escuela:
¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena!


Nicanor Parra




martes, 4 de mayo de 2010

Esto ocurrir en el ayeró

El mundoraba no se tolerar. El sueloía se caer y con el cieloaba combinar. La situacionaba estar en reverso. Para ese tiempoía todo parecer oscuro, los arboleaban llorar, los edificiosían caer y el aguaía se consumir.
Como por efecto domino las mentesaban humanas se paralizar de modo contagioso.
Tristera ser ver como el mundoía perecer. La tierraó se modificar tanto que perder los sortilegios caracterizantes, y se convertir en un pedazo de materia, una chatarra. La desnaturalizacionó se apoderar del alrededor.Por ese entonces la comunicaciónaba descomunicar y las personías no poder entenderse.
En un libroé encontrar tal historia, que suceder añosó atrás, cuando gris y opaca se encontrar la realidadaba. Tan desordenado estar todoaba por aquella época que en el lenguaje los sustantivosaba quedar intactos mientras los verbos se conjugaban.

Facundo Joel

miércoles, 21 de abril de 2010

SOL DE MONTERREY


No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el niño andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil;
Toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.-
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.

Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía,
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
-¡Ya llevas sol para rato!-
Es tesoro – y no se acaba:
no se acaba – y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
Que ya tanto sol me cansa.-
Yo no conocí en mi infancia
Sombra, sino resolana.

Alfonso Reyes



viernes, 16 de abril de 2010

Las puertas

Hoy voy a jugar a escaparme,
liberarme de todo lo que me ata, incluso de mi cuerpo
hoy podría jugar a asesinarme en la noche vacía
y la luna sería mi cómplice
y la luna sería mi cómplice

Hoy debería echar a andar mi mente y exigirle su potencial
le pediría que me muestre quién fui y lo que llegue a lograr,
que me desvele los misterios que cubren las telarañas
y la clave de acceso a los escondites de la memoria

Hoy podría decirte, como tantos otros días, que soy un astronauta
mientras intento no ver mis pies hundidos en la tierra;
tambien podría jurarte que robaría alguna estrella,
solo por vos y la pondría en tu habitación,
pero nada valdría si no lo hiciera, una promesa es una bolsa de naylon

Hoy voy a experimentar mis metamorfosis
Salir del pozo, y asomar la cabeza para expulsar la nausea
Y podría cantar las serenatas que todavía no se inventaron
Y la luna sería mi cómplice
Y la luna sería mi cómplice

Facundo Joel

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuando la noche se apaga

La marea estaba alta en la costa de Quequen, la luna acariciaba suavemente el mar y las mujeres se escondían con sus amantes. Cerca del puerto estaba el bar más famoso del pueblo y donde mas concurrían los nacidos allí. El bar era interesante porque escapaba del turismo, aunque ya desde algunos meses los turistas escapaban del pueblo. El establecimiento era otoñal en cualquier estación del año, la luz tenue iluminaba la oscuridad de la gente, las ventanas permitían ver aquella lucha desleal entre las olas y las rocas, mientras la lluvia alentaba al llanto. Había una barra y algunas mesas individuales, y personas y vasos, sillas y espejos, sombras y muecas y también estaba él. A su barba no se le escapaba la desprolijidad de la noche y sus labios se humedecían a cada trago. Sus ojos tenían el color del mar o quizás el mar tuviera el color de sus ojos y a cada pestaneo el mar se secaba. Cada media hora el faro iluminaba el bar y eso lo hacía sentirse menos solo.
Tenía su cuaderno en la barra, mientras escribiendo dibujaba pantanos con su lapicera. Era un magnifico escritor, solo que hasta esa noche él no lo sabía. Nadie leía sus últimas odiseas, pues ya no tenía quien lo mire desde que decidió refugiar su pena en el pueblo.
La inspiración comienza a golpear su pecho y el narrador baila entre la tinta y el papel. Mientras respira whisky, la camisa se le pega al cuerpo y se lamenta no fumar en momentos como esos.
Ya había escrito diez hojas y tenía miedo que se le acabaran. Su relato era tan oscuro y frío que hasta incluso le revolvía el estomago repasar lo escrito. La historia transcurría en un bar en donde el olor a muerte era nauseabundo y los clientes del lugar eran borrachos por no tener mejor pasatiempo. Los insultos se le caían inequívocos y los personajes los describía con tal precisión que se dificultaba encontrarle la ficción. Había seis personas, escribía enfurecido, pero por lo solos que estaban parecían menos. La mayoría estaba en las mesas mirando su vaso y uno se rascaba la cabeza y luego se hurgaba la nariz con la misma mano.
El narrador se detuvo tras el punto y aparte y levantó la cabeza para asegurarse que su alrededor mantenía el orden en el cual lo había dejado. Todo se encontraba exactamente igual, con excepción al muchacho que se rascaba la cabeza para luego hurgarse la nariz y a los otros cuatro mirando desinteresadamente su vaso. Siguió escribiendo para descartar que se tratara de una casualiadad y la sucesión de hechos continuó desarrollándose de la misma manera que lo proyectó el guionista. El hombre junto a la ventana se puso a llorar emitiendo tan solo gemidos silenciosos tal cual lo había escrito.
En el fondo, el escritor siempre sospechó que era el narrador omnisciente de su vida, pero nunca le dio la importancia debida y al fin y al cabo todas las cosas se saben con el tiempo, aunque el tiempo no se sepa con todas las cosas.
De a poco iba conociendo su potencial y ya no necesitaba escribir para accionar la escena que él había armado y podía activar sus creatividades y conocer y construir cada personaje y saber todo lo que le paso y lo que le ocurrirá a cada cual y el porque del llanto del hombre junto a la ventana. Del sexto caballero que estaba inclinado en la barra, era del que menos conocía, el más enigmático, y ya para ese entonces la confusión y el alcohol lo estaban desestabilizando y no sabía si escribía la realidad o si estaba sumergido en su cuento, o si su cuento era un monstruo que crecía desproporcionadamente en comparación con él
Se interesó por aquel hombre de barba e hizo un esfuerzo inmenso por descifrarlo, supo que era escritor y que la soledad le ataba las manos al papel, pero le intrigó mas todavía, y se preguntaba quien fue, como era en ese momento y que lo había llevado hasta allí e incluso deseó con ansias saber como iba a morir, y la respuesta lo sorprendió con una puntada en el corazón y un vaso de whisky en la mano que se deslizo al suelo. A nadie le sorprendió en el bar, en algunos cuentos hay personajes que mueren con sus narradores.


Facundo Joel

jueves, 25 de febrero de 2010

PODER
Puedo hacer que la tierra se detenga
en su curso, hice
las cosas más remotas, puedo cambiar
el curso de la naturaleza.
Puedo ubicarme en cualquier lugar del
espacio y el tiempo.
Puedo convocar a los muertos.
Puedo percibir sucesos de otros mundos,
en lo más profundo y oculto de mi mente,
y en la mente de los demás.
Yo puedo.
Yo soy.


POWER
I can make the earth stop in
its tracks. I made the
farthest things, I can change
the course of nature.
I can place myself anywhere in
space or time.
I can summon the dead.
I can perceive events on other worlds.
in my deepest inner mind,
& in the mind of others,
I can.
I am.

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA OTRA COPA DEL BRINDIS

Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis

es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo y también
no importa que el futuro
sea una oscura maleza

la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones
fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa
él se sintió optimista
nutrido
renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba
a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín

mas su mitad de amor
se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis

y de nuevo se dijo
qué sencillo
pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza

sólo entonces pensó en ella
eligiéndola
y sin dolor sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
como otras noches
a necesitarla.



Mario Benedetti


martes, 9 de febrero de 2010

Mara

Parecía ser una tarde soleada semejante a todas las otras. Yo me encontraba en el parque, recuerdo, pero no conocía los motivos ni trasportes que me habían llevado allí. Solo puedo afirma que estaba situado en ese lugar. El sol resplandecía e iluminaba hasta las pequeñas partículas que en el mundo existían, puede que sea primavera la estación o que ni siquiera haya sido una estación del año, sino una hermosa excepción.
Los niños jugaban a la pelota con sus padres, los enamorados se enamoraban, los pájaros robaban algo de comida con sus picos a los distraídos y yo solamente contemplaba sentado en el pasto como sucedían los hechos, me sentía como el invitado de una filmación cinematográfica; era hasta ese entonces la persona que altera la realidad por el simple hecho de mirarla, de ser testigo.
Las flores parecían estar renaciendo, sin duda alguna debía ser primavera pensé en tal momento. Las nubes se escondían del sol y la cotidianeidad parecía ceder ante la iniciativa. El día comenzaba a caracterizarse por si solo, ya no podría meterlo en el grupo de “los días”, éste se estaba ganando un lugar en otro grupo de menores integrantes.
Pasaron caminando, recuerdo, un conglomerados de amigos que conocía de diferentes sectores, pero que andaban juntos charlando; cualquier otro día me hubiera sorprendido, pero en ese día no me llamaba la atención, tan solo lo daba como un hecho.
En esta parte es que aparece el suceso que la da sentido a mi narración, es la parte de la historia que recuerdo con más nitidez; lo podría dibujar una y otra vez con las palabras y no perdería su esencia. Recuerdo que era justamente el momento mas pleno de mi actividad contemplativa cuando apareciste vos, tan hermosa que le robabas luz al sol, le pedías prestada el color a las flores y tenías el océano en la mirada. Te acercaste hasta mí como si sucediera en cámara lenta y comenzamos a hablar, no me acuerdo en cual idioma lo hicimos, dudo que no haya sido alguno que acabáramos de inventar solo para nosotros. Jugar con las palabras puede ser algo muy divertido si delante se tiene a alguien como vos. Te notaba algo triste en el fondo de tu hermosura y no sabía a que se debía, si la tarde era solo alegría además de ser eterna. Vos te habías dado cuenta antes, yo sin embargo seguía anonadado. No hizo falta que me dijeras tu nombre, sabía que te llamabas Mara desde el momento que apareciste y me encantó tu nombre y ni siquiera llegue a decírtelo.
Es increíble como se puede amar en tan solo un instante a una desconocida. Es el día de hoy que recuerdo con perfección los surcos de tu rostro, el oleaje de tu pelo, la simetría de tus labios que queman, la manera en que tu rostro acompaña el parpadeo de tus ojos, tus pupilas celestes y mi reflejo en ellas. Desde ese momento ya no me resulta igual verme en los espejos, después de sentir lo que es mirarse dentro tus ojos, esos que ya no puedo encontrar.
El día no presentaba motivo para entristecerse, ni siquiera una fuerte lluvia podría sacarme de ese torbellino multicolor. De a poco me fui dando cuenta que me quedaba poco tiempo en aquella tarde primaveral junto a vos, todo el alrededor mostraba lentamente su falsa fachada, pero vos no, vos te mantenías tan real que me confundías y no me permitías sacar conclusiones. De vez en cuando la vida te sorprende con esos reveses y comprendes que estuviste construyendo felicidad sobre castillos hipotecados de naipes que se desmoronan con un soplido. Todo se estaba borrando de manera sumisa, no quería despertar y aferré fuerte tu mano, te pedí por favor que no te vayas, que te quedaras conmigo, pero no pudiste hacer nada tampoco, teníamos las palabras contadas. El ambiente iba desapareciendo, el sol perdía su brillo, el parque sus árboles y plantas, y por mas que te agarrara con todas mis fuerzas, vos perdías de a poco tus colores mientras te estremecías entre mis brazos.
“Buscame en los rincones, los ojos son la ventana del alma, en ellos nos vamos a reencontrar” me susurraste antes de irte por completo… yo solo te dije te voy a extrañar, una frase tan vulgar que ni siquiera se si lograste escuchar.
A los segundos desperté. Me sentía tan vacío que, como en la otra copa del brindis, mi mitad de amor se negó a seguir siendo mitad. No se si aquello que llamamos vida me ofrecía algo tan prometedor, como tenerte a vos navegando en los paisajes de mis sueños. Traté de encontrarte en otras noches, en otras almohadas, en parecidos parques, pero ha sido inútil.
Repasé minuciosamente la historia, buscando algún indicio escondido, algún camino que me conduzca a vos, pero se hace difícil, tan solo me sé tu nombre, pero no puedo lograr nada con eso. Por eso es que al recordar tu frase te busco por las calles de la ciudad, por los vagones del tren, por los pasillos subterráneos del metro y no puedo encontrar mi reflejo en tus ojos celestes. Es tal mi locura desenfrenada por verte que hasta pegaría carteles con tu nombre por la calle, dejando debajo mi teléfono y mi foto, para que me reconocieras y así te comunicaras conmigo... pero al rato pienso que es descabellado y abandono la empresa. Algunas tarde nubladas cuando solo me acompaña el Jazz en el viejo tocadiscos me pongo a dibujar tu cara sin proponérmelo siquiera y salís tan hermosa como en el parque. Incluso me atrevería a poner tu dibujo en los cartones de leche, solo para encontrarte, como hacen en ciertos países con los niños perdidos, pero no tendría sentido.
Por eso es que cuando tomo esas iniciativas termino abandonándome a la resignación de seguir con esto en lo que ya estoy inserto. La verdad es que me haces falta y tengo la certeza de que en algún lugar estas, paseando con tu rutina y tus aburrimientos y cuando nos reencontremos seremos como aquellos que no logramos ser y espero no despertarme cuando aquello ocurra.
Aquí en el correo me han pedido que llene el casillero que dice destinatario para que le entrega de la carta sea posible, yo sin saber realmente como rellenar el espacio me limito a poner: Mara.

Facundo Joel

martes, 2 de febrero de 2010

1983, Lima: Tamara vuela dos veces


Tamara Arze, que desapareció al año y medio de edad, no fue a parar a manos militares. Está en un pueblo suburbano, en casa de la buena gente que la recogió cuando quedó tirada por ahí. A pedido de la madre, las Abuelas de Plaza de Mayo emprendieron la búsqueda. Contaban con pocas pistas. Al cabo de un largo y complicado rastreo, la han encontrado. Cada mañana, Tamara vende querosén en un carro tirado por un caballo, pero no se queja de su suerte; y al principio no quiere ni oír hablar de su madre verdadera. Muy de a poco las abuelas le van explicando que ella es hija de Rosa, una obrera boliviana que jamás la abandonó. Que una noche su madre fue capturada a la salida de la fábrica, en Buenos Aires... Rosa fue torturada, bajo control de un médico que mandaba parar, y violada, y fusilada con balas de fogueo. Pasó ocho años presa, sin proceso ni explicaciones, hasta que el año pasado la expulsaron de la Argentina. Ahora, en el aeropuerto de Lima, espera. Por encima de los Andes, su hija Tamara viene volando hacia ella. Tamara viaja acompañada por dos abuelas que la encontraron. Devora todo lo que le sirven en el avión, sin dejar una miga de pan ni un grano de azúcar. En Lima, Rosa y Tamara se descubren. Se miran al espejo, juntas, y son idénticas: los mismos ojos, la misma boca, los mismos lunares en los mismos lugares. Cuando llega la noche, Rosa baña a su hija. Al acostarla, le siente un olor lechoso, dulzón; y vuelve a bañarla. Y otra vez. Y por más jabón que le mete, no hay manera de quitarle ese olor. Es un olor raro... Y de pronto, Rosa recuerda. Éste es el olor de los bebitos cuando acaban de mamar: Tamara tiene diez años y esta noche huele a recién nacida.


viernes, 15 de enero de 2010

1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges

sábado, 9 de enero de 2010

Si alguna vez no hubieses existido...

Si alguna vez no hubieses existido,
si el calor de tus muslos no me hubiese
buscado como un látigo preciso
y mis ambigüedades electivas
-los días más oscuros de mí mismo-
no te hubiesen tenido como saldo
de afirmación o excusa,
es posible
que este volver a casa en soledad
y demasiado pronto,
me recordase ahora un poco menos
al joven que apostaba por el mundo,
con el mundo a su espalda.

Sólo el amor es duro.
Metidos en la noche, regresando
entre la potestad y la mentira,
hablamos del poder o de los sueños
al hablar del abrazo.
Y no lo sé tal vez, no sé si me recuerdo
prisionero de un cuerpo o libre junto a él,
buscando salvación o en servidumbre,
miserable y maldito, pero atónito.

Quizás sólo se trata de que no estás aquí,
de que perder es duro para todos
y el amor me hace falta, como sabes.
Quizás contigo estuve
tan demasiado cerca de tu reino,
que necesito ahora desmentirte,
utilizar los trucos que uno tiene
para poder seguir.

Porque somos así seguramente,
huellas equivocadas,
solitarias hogueras de un camino,
paraísos de cuatro habitaciones
que sólo se comprenden
después de haber firmado muchas veces,
precisamente ahí,
donde pone El viajero.

Y a mí, ya que prefiero escoger mis derrotas,
quiero que me recuerdes derrotado,
como quien algo espera
más allá de los tiempos y los hechos.
Quizás porque haga falta haberlo presagiado
o porque, en todo caso, nadie sabe
dónde acaban los sueños.


Luis García Montero