martes, 9 de febrero de 2010

Mara

Parecía ser una tarde soleada semejante a todas las otras. Yo me encontraba en el parque, recuerdo, pero no conocía los motivos ni trasportes que me habían llevado allí. Solo puedo afirma que estaba situado en ese lugar. El sol resplandecía e iluminaba hasta las pequeñas partículas que en el mundo existían, puede que sea primavera la estación o que ni siquiera haya sido una estación del año, sino una hermosa excepción.
Los niños jugaban a la pelota con sus padres, los enamorados se enamoraban, los pájaros robaban algo de comida con sus picos a los distraídos y yo solamente contemplaba sentado en el pasto como sucedían los hechos, me sentía como el invitado de una filmación cinematográfica; era hasta ese entonces la persona que altera la realidad por el simple hecho de mirarla, de ser testigo.
Las flores parecían estar renaciendo, sin duda alguna debía ser primavera pensé en tal momento. Las nubes se escondían del sol y la cotidianeidad parecía ceder ante la iniciativa. El día comenzaba a caracterizarse por si solo, ya no podría meterlo en el grupo de “los días”, éste se estaba ganando un lugar en otro grupo de menores integrantes.
Pasaron caminando, recuerdo, un conglomerados de amigos que conocía de diferentes sectores, pero que andaban juntos charlando; cualquier otro día me hubiera sorprendido, pero en ese día no me llamaba la atención, tan solo lo daba como un hecho.
En esta parte es que aparece el suceso que la da sentido a mi narración, es la parte de la historia que recuerdo con más nitidez; lo podría dibujar una y otra vez con las palabras y no perdería su esencia. Recuerdo que era justamente el momento mas pleno de mi actividad contemplativa cuando apareciste vos, tan hermosa que le robabas luz al sol, le pedías prestada el color a las flores y tenías el océano en la mirada. Te acercaste hasta mí como si sucediera en cámara lenta y comenzamos a hablar, no me acuerdo en cual idioma lo hicimos, dudo que no haya sido alguno que acabáramos de inventar solo para nosotros. Jugar con las palabras puede ser algo muy divertido si delante se tiene a alguien como vos. Te notaba algo triste en el fondo de tu hermosura y no sabía a que se debía, si la tarde era solo alegría además de ser eterna. Vos te habías dado cuenta antes, yo sin embargo seguía anonadado. No hizo falta que me dijeras tu nombre, sabía que te llamabas Mara desde el momento que apareciste y me encantó tu nombre y ni siquiera llegue a decírtelo.
Es increíble como se puede amar en tan solo un instante a una desconocida. Es el día de hoy que recuerdo con perfección los surcos de tu rostro, el oleaje de tu pelo, la simetría de tus labios que queman, la manera en que tu rostro acompaña el parpadeo de tus ojos, tus pupilas celestes y mi reflejo en ellas. Desde ese momento ya no me resulta igual verme en los espejos, después de sentir lo que es mirarse dentro tus ojos, esos que ya no puedo encontrar.
El día no presentaba motivo para entristecerse, ni siquiera una fuerte lluvia podría sacarme de ese torbellino multicolor. De a poco me fui dando cuenta que me quedaba poco tiempo en aquella tarde primaveral junto a vos, todo el alrededor mostraba lentamente su falsa fachada, pero vos no, vos te mantenías tan real que me confundías y no me permitías sacar conclusiones. De vez en cuando la vida te sorprende con esos reveses y comprendes que estuviste construyendo felicidad sobre castillos hipotecados de naipes que se desmoronan con un soplido. Todo se estaba borrando de manera sumisa, no quería despertar y aferré fuerte tu mano, te pedí por favor que no te vayas, que te quedaras conmigo, pero no pudiste hacer nada tampoco, teníamos las palabras contadas. El ambiente iba desapareciendo, el sol perdía su brillo, el parque sus árboles y plantas, y por mas que te agarrara con todas mis fuerzas, vos perdías de a poco tus colores mientras te estremecías entre mis brazos.
“Buscame en los rincones, los ojos son la ventana del alma, en ellos nos vamos a reencontrar” me susurraste antes de irte por completo… yo solo te dije te voy a extrañar, una frase tan vulgar que ni siquiera se si lograste escuchar.
A los segundos desperté. Me sentía tan vacío que, como en la otra copa del brindis, mi mitad de amor se negó a seguir siendo mitad. No se si aquello que llamamos vida me ofrecía algo tan prometedor, como tenerte a vos navegando en los paisajes de mis sueños. Traté de encontrarte en otras noches, en otras almohadas, en parecidos parques, pero ha sido inútil.
Repasé minuciosamente la historia, buscando algún indicio escondido, algún camino que me conduzca a vos, pero se hace difícil, tan solo me sé tu nombre, pero no puedo lograr nada con eso. Por eso es que al recordar tu frase te busco por las calles de la ciudad, por los vagones del tren, por los pasillos subterráneos del metro y no puedo encontrar mi reflejo en tus ojos celestes. Es tal mi locura desenfrenada por verte que hasta pegaría carteles con tu nombre por la calle, dejando debajo mi teléfono y mi foto, para que me reconocieras y así te comunicaras conmigo... pero al rato pienso que es descabellado y abandono la empresa. Algunas tarde nubladas cuando solo me acompaña el Jazz en el viejo tocadiscos me pongo a dibujar tu cara sin proponérmelo siquiera y salís tan hermosa como en el parque. Incluso me atrevería a poner tu dibujo en los cartones de leche, solo para encontrarte, como hacen en ciertos países con los niños perdidos, pero no tendría sentido.
Por eso es que cuando tomo esas iniciativas termino abandonándome a la resignación de seguir con esto en lo que ya estoy inserto. La verdad es que me haces falta y tengo la certeza de que en algún lugar estas, paseando con tu rutina y tus aburrimientos y cuando nos reencontremos seremos como aquellos que no logramos ser y espero no despertarme cuando aquello ocurra.
Aquí en el correo me han pedido que llene el casillero que dice destinatario para que le entrega de la carta sea posible, yo sin saber realmente como rellenar el espacio me limito a poner: Mara.

Facundo Joel

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