jueves, 25 de febrero de 2010

PODER
Puedo hacer que la tierra se detenga
en su curso, hice
las cosas más remotas, puedo cambiar
el curso de la naturaleza.
Puedo ubicarme en cualquier lugar del
espacio y el tiempo.
Puedo convocar a los muertos.
Puedo percibir sucesos de otros mundos,
en lo más profundo y oculto de mi mente,
y en la mente de los demás.
Yo puedo.
Yo soy.


POWER
I can make the earth stop in
its tracks. I made the
farthest things, I can change
the course of nature.
I can place myself anywhere in
space or time.
I can summon the dead.
I can perceive events on other worlds.
in my deepest inner mind,
& in the mind of others,
I can.
I am.

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA OTRA COPA DEL BRINDIS

Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis

es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo y también
no importa que el futuro
sea una oscura maleza

la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones
fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa
él se sintió optimista
nutrido
renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba
a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín

mas su mitad de amor
se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis

y de nuevo se dijo
qué sencillo
pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza

sólo entonces pensó en ella
eligiéndola
y sin dolor sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
como otras noches
a necesitarla.



Mario Benedetti


martes, 9 de febrero de 2010

Mara

Parecía ser una tarde soleada semejante a todas las otras. Yo me encontraba en el parque, recuerdo, pero no conocía los motivos ni trasportes que me habían llevado allí. Solo puedo afirma que estaba situado en ese lugar. El sol resplandecía e iluminaba hasta las pequeñas partículas que en el mundo existían, puede que sea primavera la estación o que ni siquiera haya sido una estación del año, sino una hermosa excepción.
Los niños jugaban a la pelota con sus padres, los enamorados se enamoraban, los pájaros robaban algo de comida con sus picos a los distraídos y yo solamente contemplaba sentado en el pasto como sucedían los hechos, me sentía como el invitado de una filmación cinematográfica; era hasta ese entonces la persona que altera la realidad por el simple hecho de mirarla, de ser testigo.
Las flores parecían estar renaciendo, sin duda alguna debía ser primavera pensé en tal momento. Las nubes se escondían del sol y la cotidianeidad parecía ceder ante la iniciativa. El día comenzaba a caracterizarse por si solo, ya no podría meterlo en el grupo de “los días”, éste se estaba ganando un lugar en otro grupo de menores integrantes.
Pasaron caminando, recuerdo, un conglomerados de amigos que conocía de diferentes sectores, pero que andaban juntos charlando; cualquier otro día me hubiera sorprendido, pero en ese día no me llamaba la atención, tan solo lo daba como un hecho.
En esta parte es que aparece el suceso que la da sentido a mi narración, es la parte de la historia que recuerdo con más nitidez; lo podría dibujar una y otra vez con las palabras y no perdería su esencia. Recuerdo que era justamente el momento mas pleno de mi actividad contemplativa cuando apareciste vos, tan hermosa que le robabas luz al sol, le pedías prestada el color a las flores y tenías el océano en la mirada. Te acercaste hasta mí como si sucediera en cámara lenta y comenzamos a hablar, no me acuerdo en cual idioma lo hicimos, dudo que no haya sido alguno que acabáramos de inventar solo para nosotros. Jugar con las palabras puede ser algo muy divertido si delante se tiene a alguien como vos. Te notaba algo triste en el fondo de tu hermosura y no sabía a que se debía, si la tarde era solo alegría además de ser eterna. Vos te habías dado cuenta antes, yo sin embargo seguía anonadado. No hizo falta que me dijeras tu nombre, sabía que te llamabas Mara desde el momento que apareciste y me encantó tu nombre y ni siquiera llegue a decírtelo.
Es increíble como se puede amar en tan solo un instante a una desconocida. Es el día de hoy que recuerdo con perfección los surcos de tu rostro, el oleaje de tu pelo, la simetría de tus labios que queman, la manera en que tu rostro acompaña el parpadeo de tus ojos, tus pupilas celestes y mi reflejo en ellas. Desde ese momento ya no me resulta igual verme en los espejos, después de sentir lo que es mirarse dentro tus ojos, esos que ya no puedo encontrar.
El día no presentaba motivo para entristecerse, ni siquiera una fuerte lluvia podría sacarme de ese torbellino multicolor. De a poco me fui dando cuenta que me quedaba poco tiempo en aquella tarde primaveral junto a vos, todo el alrededor mostraba lentamente su falsa fachada, pero vos no, vos te mantenías tan real que me confundías y no me permitías sacar conclusiones. De vez en cuando la vida te sorprende con esos reveses y comprendes que estuviste construyendo felicidad sobre castillos hipotecados de naipes que se desmoronan con un soplido. Todo se estaba borrando de manera sumisa, no quería despertar y aferré fuerte tu mano, te pedí por favor que no te vayas, que te quedaras conmigo, pero no pudiste hacer nada tampoco, teníamos las palabras contadas. El ambiente iba desapareciendo, el sol perdía su brillo, el parque sus árboles y plantas, y por mas que te agarrara con todas mis fuerzas, vos perdías de a poco tus colores mientras te estremecías entre mis brazos.
“Buscame en los rincones, los ojos son la ventana del alma, en ellos nos vamos a reencontrar” me susurraste antes de irte por completo… yo solo te dije te voy a extrañar, una frase tan vulgar que ni siquiera se si lograste escuchar.
A los segundos desperté. Me sentía tan vacío que, como en la otra copa del brindis, mi mitad de amor se negó a seguir siendo mitad. No se si aquello que llamamos vida me ofrecía algo tan prometedor, como tenerte a vos navegando en los paisajes de mis sueños. Traté de encontrarte en otras noches, en otras almohadas, en parecidos parques, pero ha sido inútil.
Repasé minuciosamente la historia, buscando algún indicio escondido, algún camino que me conduzca a vos, pero se hace difícil, tan solo me sé tu nombre, pero no puedo lograr nada con eso. Por eso es que al recordar tu frase te busco por las calles de la ciudad, por los vagones del tren, por los pasillos subterráneos del metro y no puedo encontrar mi reflejo en tus ojos celestes. Es tal mi locura desenfrenada por verte que hasta pegaría carteles con tu nombre por la calle, dejando debajo mi teléfono y mi foto, para que me reconocieras y así te comunicaras conmigo... pero al rato pienso que es descabellado y abandono la empresa. Algunas tarde nubladas cuando solo me acompaña el Jazz en el viejo tocadiscos me pongo a dibujar tu cara sin proponérmelo siquiera y salís tan hermosa como en el parque. Incluso me atrevería a poner tu dibujo en los cartones de leche, solo para encontrarte, como hacen en ciertos países con los niños perdidos, pero no tendría sentido.
Por eso es que cuando tomo esas iniciativas termino abandonándome a la resignación de seguir con esto en lo que ya estoy inserto. La verdad es que me haces falta y tengo la certeza de que en algún lugar estas, paseando con tu rutina y tus aburrimientos y cuando nos reencontremos seremos como aquellos que no logramos ser y espero no despertarme cuando aquello ocurra.
Aquí en el correo me han pedido que llene el casillero que dice destinatario para que le entrega de la carta sea posible, yo sin saber realmente como rellenar el espacio me limito a poner: Mara.

Facundo Joel

martes, 2 de febrero de 2010

1983, Lima: Tamara vuela dos veces


Tamara Arze, que desapareció al año y medio de edad, no fue a parar a manos militares. Está en un pueblo suburbano, en casa de la buena gente que la recogió cuando quedó tirada por ahí. A pedido de la madre, las Abuelas de Plaza de Mayo emprendieron la búsqueda. Contaban con pocas pistas. Al cabo de un largo y complicado rastreo, la han encontrado. Cada mañana, Tamara vende querosén en un carro tirado por un caballo, pero no se queja de su suerte; y al principio no quiere ni oír hablar de su madre verdadera. Muy de a poco las abuelas le van explicando que ella es hija de Rosa, una obrera boliviana que jamás la abandonó. Que una noche su madre fue capturada a la salida de la fábrica, en Buenos Aires... Rosa fue torturada, bajo control de un médico que mandaba parar, y violada, y fusilada con balas de fogueo. Pasó ocho años presa, sin proceso ni explicaciones, hasta que el año pasado la expulsaron de la Argentina. Ahora, en el aeropuerto de Lima, espera. Por encima de los Andes, su hija Tamara viene volando hacia ella. Tamara viaja acompañada por dos abuelas que la encontraron. Devora todo lo que le sirven en el avión, sin dejar una miga de pan ni un grano de azúcar. En Lima, Rosa y Tamara se descubren. Se miran al espejo, juntas, y son idénticas: los mismos ojos, la misma boca, los mismos lunares en los mismos lugares. Cuando llega la noche, Rosa baña a su hija. Al acostarla, le siente un olor lechoso, dulzón; y vuelve a bañarla. Y otra vez. Y por más jabón que le mete, no hay manera de quitarle ese olor. Es un olor raro... Y de pronto, Rosa recuerda. Éste es el olor de los bebitos cuando acaban de mamar: Tamara tiene diez años y esta noche huele a recién nacida.