jueves, 26 de noviembre de 2009

Deja vu

Me queda poco tiempo de vida… maldito deja vu… la pantalla de la computadora, canción de los Doors, conversación telefónica de fondo de mi madre con mi tía, diciendo “tantos libros trajiste…” , el Chat en Internet con un conocido que hace tiempo no veo y allí impactó, no se de donde vino, ni que significa, mi cabeza sigue retumbando mientras escribo esto… Jim Morrison sigue sonando al máximo y yo tratando de acomodarme al rompecabezas que se acaba de formar. Maldito destino, siempre tan certero… este deja vu llegó cargado de oscuridad y una sensación de que la muerte se aproximaba, nunca fue tan profundo… maldito seas, si no me hubiese enterado por esta vía, sería un poco mas feliz, mas idiota, mejor ciudadano… en cambio me quedo con esta sensación rebotando en la inerte cotidianeidad, en los suspiros tras el teléfono, en los chistes ya conocidos, en los saludos matutinos, en los trenes que hacen ruidos que no se escuchan. Creo que lo soñé este momento, no este tiempo preciso en el que escribo, sino el del deja vu, ahora he vuelto a la normalidad, a las escrituras mirándome al pasado como si se tratara de otra persona, analizándome con cierto desprecio como quien prejuzga a quien no conoce.
Tan solo me queda esto, unas charlas de fondo sobre automóviles, una sensación de revivir retazos amputados de una memoria que no sucedió y la maldita manía de pensar que veo y proyecto el futuro, cuando es totalmente inverso.

Facundo Joel

jueves, 19 de noviembre de 2009

Mensaje encontrado en una botella

Hace ya siete meses, tres días y dos horas

naufragué en esta isla que no está en ningún mapa.

La primera semana lloré como un muchacho

asustado y el miedo vino a vivir conmigo.




Luego maldije a Dios los quince días siguientes.

Y me pasé tres días sin agua ni comida.

Los siguientes dos meses he añorado tu cuerpo

y soñado con el tibio roce de las sábanas.




Cada noche encendía hogueras en los montes

pendiente de que un barco pasara por delante

de esta isla maldita . Y en la playa he dejado

mensajes de socorro pidiendo que vinieras.




Arrojé cien botellas con mensajes urgentes.

Y durante tres meses aprendí que la vida

es un cangrejo, un fruto, el agua del torrente,

el sol que cada tarde pinta de rojo el agua.




Ya no siento temores. Recuerdo vagamente

que más allá del mar hay fusiles y espadas

y hombres que maldicen haber nacido un día.

Y que aquel mundo era una isla de monstruos.




Ayer me desperté cantando sin que nadie

me dijera: “Estás loco ¿A qué tanta alegría?”

Y cada tarde escribo en la arena unos versos

que borran las mareas y que de nuevo escribo.




Hoy he visto pasar un barco no muy lejos.

He apagado raudo la luz de las hogueras

y he borrado todos los mensajes de auxilio.

Afortunadamente el buque ha pasado de largo.


Rodolfo Serrano