lunes, 5 de enero de 2009

Incertidumbre juvenil

Allí me encontraba yo, meditando, reflexionando... Era el momento que siempre sospeché que llegaría mas tarde, que imaginé que sería el mañana eternamente. El tiempo me jugó una encrucijada, e interpuso mi destino antes de lo esperado. Estaba en la disyuntiva de seguir pareciendo un niño o ser la imagen de un adulto ante los ojos de la sociedad.
¿Como iba a llegar hasta allá? ¿Que tendría que decir exactamente? ¿Como lo iba a decir? ¿Era esto realmente lo que quería? Ante la última pregunta lo único que sabía es que eso era realmente lo que deseaba, pero al analizarlo en cada detalle encontraba incongruencias que no me convencían totalmente. Realmente estaba desconcertado, miles de dudas inundaban mi mente y se escapaban lentamente sin respuesta alguna hacia algún otro lugar, quizás hacia alguna mentalidad más brillante que la mía, que pudiera saciarla con alguna respuesta adecuada.
¿Quien iba a brindarme el servicio que yo necesitaba? ¿Le temblarían las manos como me tiemblan a mí ahora al pensar en ello? ¿Seguiría yo estando nervioso en el momento en que acontezca? ¿Que precio me cobrarían por ello? Tenía algo de plata juntada, que ante mi estimación pensaba que me iba a alcanzar, no existían intenciones de pedirles dinero a mis padres, soy de los que creen que esto pertenece a gastos personales. Un tío mío se ofrecía a llevarme, y ocasionalmente me hacía chistes con respecto al tema. Me decía que no era nada extraño, ni anormal el lugar, que no hay motivo para que exista timidez por concurrir a un lugar de tal estirpe.
Yo sabía que mis amigos iban con frecuencia a esos lugares, hay bastantes en el barrio, algunos son clientes de varios años, y hasta algunos van junto a sus padres a adquirir el servicio. A mi no me convencen esas cosas, es una actividad en donde, a mi entender, la companía de un tercero siempre esta demás, ¿para que necesito alguien que venga conmigo? ¿Para que se quede mirándome?
Un vacío inconmensurable llenaba mi ser. La única certeza que en mí cabía era la de saber que tarde o temprano iba a ocurrir, pero lo que no tenía realmente decidido era si prefería que sea tarde o temprano.
Pero el tiempo indicado había llegado, las dudas y replanteos habían quedado de lado, era hora de decidirme a hacerlo, después de todo era algo relativamente cotidiano. Como ya lo tenía previsto, elegí ir solo, me duché y escogí usar la vestimenta más adecuada; al rato caminé las dos cuadras hasta el establecimiento, que parecieron las cuadras más largas del mundo, mientras mas caminaba más lejos estaba de destino. Al llegar allí entoné mi voz, como quien sabe que sus labios van a pronunciar una oración decisiva para su futuro, y hablando entrecortado por el nerviosismo, le comunique finalmente a la señorita que me atendió: “Quiero un corte de cabello lo mas corto posible, con lavado y enjuague previo”. Los días de adolescencia y pelo ondulado hasta la cintura habían acabado.

Facundo Joel


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